lunes, 28 de abril de 2008

Elegy


Hay dos cosas que me molestan en esta película; una es culpa mía, se trata de que no logro desprenderme de la imagen o imágenes anteriores de Penélope Cruz, no consigo nunca vestirla de Consuela Castillo. Es un problema porque ella es uno de los dos pilares que sustentan este entremado, para mí, además, es el personaje más importante, muy bien interpretado, aunque se la ve un poco contenida, demasiado estudio de interpretación. El otro asunto que me molesta es culpa de la directora, de Isabel Coixet, porque es ella la que mezcla la voz en off del narrador, el profesor mediático David Kepesh, con los dialógos en directo de los personajes que intervienen en cada escena. Esta mezcla es más evidente hasta la mitad de la película, luego poco a poco va disminuyendo. Ese narrador quiere, utilizando el recurso del tiempo, intervenir en nuestro proceso de conocimiento, y a mi me parece que sobra, y si no sobra, que está mal utilizado. Ese recurso impone una distancia, refuerza la frialdad un poco estoica de este personaje, poco dado a los excesos gestuales. Su réplica a Penélope les cuesta trabajo mantenerla.

Los personajes secundarios hacen estupendamente su papel, representando en cada caso prototipos, pero que funcionan.

A mi parece que está bien rodada y que el final te deja un poco descolocado. Por lo que he leído, la novela se va de madre mucho más y mucho antes. Con esta directora los excesos no son frecuentes (su anterior película "La vida secreta de las palabras" tenía más piruetas tanto de guión como fílmicas). En este caso se trata de un encargo, pero su cine, bien hecho y sus obsesiones, las que más le preocupan, están ahí.
Lo que opina Ana:
Por primera vez Isabel Coixet dirige por encargo, a algunos les ha parecido su mejor trabajo; a mí, en cambio, que con mayor o menor intensidad siempre había conseguido emocionarme, en esta película me deja fría; no me importan los personajes, ni lo que cuentan a pesar de estar hablando de los grandes temas de siempre: el amor, el miedo a la muerte, la atracción... Todo es como de laboratorio, falta espontaneidad, la narración es grandilocuente y la aleja del espectador, al menos de mí, como espectadora que soy.