
Me dice mi amigo César que la letra de estos comentarios es un poco pequeña, tratáré de buscar un tamaño de letra un poco mayor.
Con una persistente voluntad de permanencia, los cines Renoir Princesa han mantenido, mantienen, esta película en la cartelera. Destinada a priori a durar no más de dos semanas, nosotros la vimos pasado un mes al menos del estreno.
Este abuelo, Bab´Aziz, nos lleva a nosotros y a su nieta Isthar a seguir un camino inexistente a la vista, que está dentro de cada uno y recorre las infinitas orientaciones que ofrece el desierto. Además de la belleza de las dunas, a veces insinuantes como un cuerpo de mujer, lo sorprendente está en los palacios y ciudades que esconde esta geografía. Sus arenas, unas veces furiosas, otras reposadas, siempre peligrosas si no sabes tratarlas tienen secretos maravillosos.
Como en las Mil y una noches, la tradición oral nos conduce de historia en historia al destino final, a la salvación terrenal y eterna.
Todo este torrente de imágenes y cuentos los crea el director para lavar la imagen del Islam y presentarnos su versión mística, la más respetuosa con el hombre y con el universo. Es un cuento, o varios mejor dicho, de un director que es también un poeta y un cuenta cuentos. Cuando Isthar corre peligro de morir, el abuelo le dice al chico que la cuida que no deje de hablar, que le cuente su último viaje, que a Isthar, inconsciente, le encantará oirlo.
Te produce una extraña sensación placentera pensar en esta película.
Lo que opina Ana:
Otra mirada sobre la cultura islámica, en este caso a través de las fábulas de su tradición literaria; una visión atemporal, mágica, una road movie a lo largo de un desierto lleno de belleza, recorrido por un abuelo sufí ciego y su nietecita, juntos "hacen camino al andar". Es el viaje iniciático de la pequeña, que se prepara para la despedida de su abuelo, una vez que encuentren el lugar de la reunión de los derviches, celebrada cada treinta años y a la que sólo saben llegar los sabios.