sábado, 29 de marzo de 2008


Lo que opina Ana:

Es una película enormemente pretenciosa que persigue convertirse en un gran relato épico de los duros tiempos del comienzo de la explotación petrolífera estadounidense. Todo en ella huele a ambición, como el curioso título que se le ha dado en España, frente al original en inglés "There will be blood". Para mí sus ambiciones se truncan, el protagonista, ganador este año del óscar por su interpretación, resulta excesivo, la trama te deja descolocado, la música suena demasiado, el tiempo se hace eterno y no ves el momento de que acabe para poder respirar un aire más puro que el del ambiente roñoso y asfixiante en el que te ha introducido el director.


Mientras la veía y suspiraba por su final, pensaba que Paul Thomas Anderson había pretendido crear algo tan grandioso como Ciudadano Kane, sin conseguirlo; por eso me quedé sorprendida cuando más tarde leí en el panfletillo informativo que te dan en el cine, que algún crítico vio en la película una mezcla de Ciudadano Kane y El tesoro de Sierra Madre, ¡anda ya! Días después escuché a Fernando Argenta en su programa de Clásicos Populares, comentar que él iba poco al cine, pero que le habían hablado de Pozos de ambición como de una obra maestra y por eso se animó a verla en Semana Santa, lo único que le gustó fue la música, en cuanto a lo demás, dijo no poder salir de su perplejidad mientras la veía, llegando a quedarse atónito con el final. Sentía que se le iba poniendo cara de tonto y pensaba que los demás debían de ser muy inteligentes, si eran capaces de entenderla y apreciarla.


La crítica de Emilio:

Dejamos pasar casi un mes desde su estreno, Teófilo Necrófilo le daba un nueve, y le llamaba la atención el sorprendente final (no he encontrado la crítica de El País). A mi el final no me llama la atención porque desde bastante tiempo antes la película está desatada.

Hay que decirlo desde el principio, a mi no me gustó. Comparala con ciudadano Kane son ganas de colocarse al lado de películas inigualables. Yo pregunto ¿dónde está la epopeya? ¿Dónde está la grandeza del mal, de todo lo que encarna los peores defectos humanos? Este petrolero, como se llama él a sí mismo, es un patán y así sigue toda la vida. No simboliza el poder, sino la astucia ratonil. En esto desde luego la interpretación de Day-Lewis acierta.

Por lo tanto, pongámosla en su lugar. De hecho no se ha llevado más que un Oscar, aunque eso no es muy significativo porque la finura cinematográfica de los señores de Hollywood es más que discutible.

El otro defecto, aparte de equivocarse en ese tono elegiaco de poco vuelo, es que la película se forma por medio de una sucesión de anécdotas, carece de una arteria principal, de un tronco visible que soporte las ramas y las ramificaciones de la historia.

El final, ¿qué más dá si antes ha tenido la escena con el hijo sordo, en la que le reconduce a simple monigote? ¿Qué desarrollo previo nos ha preparado para llevarnos a esto que debería ser un hito en la película y que, sin embargo, es un episodio más que sumar a algo que no sabes a donde conduce?

sábado, 22 de marzo de 2008


Es demasiado duro Javier Ocaña en su crítica (El País, 7 de marzo). Es cierto que la película es irregular, que la primera parte donde se narra la cotidianeidad del amor tiene un difícil arranque, con alguna escena superflua: todo el traslado de las cosas del chico a la casa que va a compartir con su chica, desde la escena de la furgoneta y esa música pachanguera a esas lámparas que se rompen en el portal. Pero, a pesar de esas, creo, innecesarias partes "simpáticas", la película muy pronto enseña sus cartas: un amor que lo da todo, sin aspavientos, de verdad. La mujer que está dispuesta a hacerlo es frágil, pero resuelta.

A partir de la hospitalización del chico, la película encuentra el tono, porque es una película dramática, muy ambiciosa. Normalmente descubres que esos amores no pueden mantenerse, que volar tan algo no lo aguantan las personas con las que quieres compartir todo, ni tú mismo. La secuencia a plano fijo de los quirófanos es estupenda. A mi me pareció ver esos tonos verdes desvaídos, opacos, fríos, el pesimismo narrativo de Isabel Coixet.

¿Por qué ella da tanto para después no pedir nada? Ese es el misterio de está película, que muchas veces es el del amor cuando raya a estas alturas. Me gustaría pensar que a él ahora le corresponde recorrer el camino que antes ha recorrido ella y probar si todavía está en su corazón.

No está mal esta película y más siendo la primera y más tratando lo que trata, y está muy bien la chica, no me imagino otra figura ni otro rostro que el suyo haciendo ese papel.

Lo que opina Ana:

Una historia de sentimientos, de su evolución, de la generosidad extrema. No es fácil de contar y Roser Aguilar lo consigue, mantiene el pulso narrativo, hace crecer y da forma a una historia que podría habérsele escapado con facilidad. Marian Álvarez, la protagonista, la mantiene y la hace creíble.



miércoles, 19 de marzo de 2008


Ya comentaremos más adelante "Japón", que la hemos visto después de ésta; juntándolas las dos, "Luz Silenciosa" es moderada, contenida y hasta comercial. Asumible por autoridades, público no especializado y crítica. Tanto que representó a México para la candidatura de los Oscar.

Pero no hay que creerse que sea una película "normal"; no lo es desde el principio. Ahí sentado, se oye una respiración como salida de dentro de la tierra, mientras van apareciendo desde la pantalla negra estrellas refulgentes, tonos que van separando el primer plano del fondo, las ramas de un árbol, luces tenues y el sol que nace con fuerza y gran colorido. Y tú, mirando y oyendo.

Esta película si no la ves en un cine es muy difícil que entres en ella. Requiere concentración. Del amanecer pasamos a un modesta cocina, un reloj de pared te machaca con su tic-tac, la culpa. Se presenta la familia: unos niños rubísimos en México, hablando un alemán extraño. En el siglo XXI. Casi si no te gusta la trama, si te parece extraña, si no te engancha, a mi me sería suficiente con observar a estos personajes: los menonitas. Es la otra vertiente de la película, la del reportaje antropológico. Para que después hablemos de la globalización. Estos vivien como hace dos o tres siglos, el tiempo no cuenta, lo que más les ha cambiado es que se ha inventado el motor de explosión y pueden desplazarse en camionetas y recoger el cereal con grandes tractores. En una escena los niños y el padre descubren en un carromato la televisión, como si fuera una atracción de feria, ¡y qué actuación!: Jacques Brel en una canción que habla de la guerra de Vietnan, en una interpretación prodigiosa.

Estas cosas tiene esta película, sin entrar en una poderosa y rompedora historia, que está bien contada hasta el final, aunque sea inverosímil, pero no lo es dentro de lo narrado, de hecho ninguno de los que allí está grita ¡milagro, milagro!.
Lo que opina Ana:
Puro cine, la magia de la imagen triunfa desde la primera toma. La historia, lenta, silenciosa como la luz que da título a la película, se va filtrando y te conmueve.

domingo, 16 de marzo de 2008


Irán parece un semillero de mujeres cineastas. Marjane Satrapi denunció en Persépolis la difícil vida de las personas que quieren vivir en libertad en Irán, y Hana Makhmalbaf se ha ido a Afganistán a enseñarnos lo complicado que puede resultar para una niña aprender a leer. A mi lo que más me impresiona es que la directora sea una chica de 18 años (o 19 según algunos periódicos). Demuestra que su ciclo biológico y mental es diferente al de la mayoría de los jóvenes. Muy pocos se plantearían hacer esta película, y bastantes menos sabrían cómo hacerla. Esto es lo primero que yo diría si se la tuviera que presentar a un grupo de alumnos.

La película la sostiene una niña de seis años, tozuda y encantadora, valiente y decidida. Sólo por haber conseguido dar cuerpo a este personaje (Baktay), ya merece estar la película en nuestra memoria colectiva.

Como la trama es muy simple: conseguir ir a la escuela, las vicisitudes que se lo impiden, constituyen el tiempo que dura: 81 minutos. El principal defecto no es, como nos cuenta Carlos Boyero, que la directoria no haya hecho caso al consejo de Hitchcock de no hacer películas con niños, sino que las historias se prolongan demasiado, se estiran mucho: la de la niña en el mercado vendiendo los huevos, y sobre todo el juego macabro de los niños guerreros. Ya es largo la primera vez que aparecen y se hacen dueños de la niña y de la película; cuando vuelven a escena al final haces la mueca de lo repetitivo. Sin embargo, hay que decir que en esos niños está el mensaje de la película, que lo tiene y llama la atención que nos lo tenga que mostrar una chica de 18 años (o 19). Aunque estoy seguro que muchos alumnos de secundaria hoy no se enterarían de lo que pasa o de por qué pasa. Habrá que hacer la prueba.
La opinión de Ana.
Llena de buenas intenciones, excesivamente pueril en sus denuncias, salvada por la fuerza de la bien escogida niña protagonista, que llena la pantalla con sus ojos y sus sonrisas. Hay muchos tiempos muertos y excesos argumentales. Si no viniera de donde viene y si no fuera quien es su directora, habría pasado desapercibida.

Seguimos con otra película fuera de cartelera, no todo lo bueno dura el tiempo necesario.

Casi me la pierdo, una semana en los Renoir, otra en los Luchana y a la calle, a pesar de las críticas (cuatro estrellas, no Michelin, sino Metrópolis).

Hay mucha filosofía en esta película: de superación, de sacrificio; filosofía evolutiva en estado puro: sólo los que mejor se adaptan al medio sobreviven. Es la competición plena, porque, a pesar de lo que dice el crítico de El País, Javier Ocaña, no es como un partido de fútbol. En la situación de la película el azar esta reducido al máximo, y en el fútbol es su máximo determinante. Aquí en la cocina, lo fundamental es la preparación previa, el ensayo y la decisión tomada para presentar una obra deslumbrante en lo visual, lo olfativo y el gusto, pero sólo hay cinco horas para lograr lo que llevas preparando desde meses. Ahí está la tensión y donde puede intervenir el azar.

Es un camino ascético, porque el aspirante a Bocuse d´Or debe sufrir antes de llegar al concurso, debe poner en manos de otros sus conocimientos y quehaceres, debe someterse a la crítica y simpre buscar la superación. Este es el concepto fundamental: la superación, de ahí que esté de acuerdo más con lo que el cocinero Jesús Almagro dice en la película sobre los cocineros: que son artistas, que lo que se afirma en la crítica de El País: que es un obrero de la cocina. El obrero no tiene que buscar incesamentente la superación, sino hacer bien las cosas; el cocinero, este tipo de cocineros, debe siempre cuestionarse lo que hace y buscar algo más lejano, más alto y más difícil. Por eso en este proceso se pasa tan mal. Este sufrimiento está acompañado de chispazos de felicidad. Lo refleja estupendamente el cocinero, Jesús Almagro. No creo que haya muchos profesionales que trasmitan tan bien el sentimiento que va teniendo a lo largo del camino. Sólo hay que compararlo con su ayudante, Felix, mucho más cerrado, casi inexpresivo, aunque para momia de verdad la del propio Bocuse. Se siente como Zeus entre otros dioses del olimpo.

viernes, 14 de marzo de 2008

Empezamos con una película que ya no está en cartelera, pero que es toda una declaración de intenciones del cineasta y nuestra.

Es un documento histórico, generacional y personal. Histórico porque la persona que se analiza tuvo desde joven un papel protagonista en los acontecimientos políticos españoles y participó activamente, y peligrosamente muchas veces, en la evolución política española. Generacional, porque la película retrata no sólo a un individuo, sino a toda una generación que luchó por unos ideales y llevó esta lucha hasta sacrificar su vida, su libertad y su juventud. Desde este punto de vista, la película da toda una lección de despojamiento personal por unos ideales superiores, en los que, tal vez ingenuamente, se confiaba para cambiar el mundo y la vida del hombre en él. Pero el aspecto más cercano, el que provoca más calor y nos acerca más a este señor es el aspecto personal de lo narrado en el documental. Es el hijo, su mujer primera, su segunda mujer y sus amigos, conocidos e incluso enemigos políticos, los que nos descubren el otro lado del político revolucionario profesional. Es sobre todo un canto al amor filial. Tenemos que agradecer a Albert Solé que haya querido homenajear a su padre y enseñárnoslo.


En las pocas escenas en que aparece Jordi Solé Tura la respiración se entrecorta. La enfermedad no se puede ocultar, ni se quiere ocultar, pero la dignidad no se ha perdido, incluso es más relevante ahora que ves la inocencia de una persona que está perdiendo sus puntos de orientación. Es mucho más cercana la emoción que te produce que la película de Sara Polley, fría y artificial.


Una pega y media. No tiene por qué decir Albert que su padre nunca fue comunista. Lo fue y no sirve de nada negarlo. Es una tontería. Y la media es el final, con la hija de Albert ayudando al abuelo Jordi a encontrar una salida en el laberinto. Únicamente lo comprendo, y así lo ve Ana, como que la niña es la representación de la memoria que está perdiendo su abuelo, es la memoria recuperada. Bueno, a mi me parece un poco cruel.

La opinión de Ana:

Emocionante película. Búsqueda de la memoria que se pierde del que fuera un gran intelectual, un brillante jurista y político: Jordi Solé Tura. La realiza su hijo desde la perspectiva próxima, desde el ámbito familiar y nos arrastra a todos consigo, entramos en su terreno y acabamos transcendiendo del hombre particular, privado, al recuerdo de una etapa histórica decisiva para nuestro país.

Consigue un ritmo narrativo agilísimo, su documental es apasionante y se ve en un suspiro; a pesar de la dura realidad del alzheimer que se está llevando a su padre, el hijo sabe mantener el sentido del humor y le dedica un gran homenaje indagando en un pasado que él ya no le puede confirmar.

Hay nostalgia, hay admiración, hay sorpresa, hay sentimientos sin caer nunca en lo cursi ni blandengue. A mí sólo me queda darle las gracias a Albert Solé por este regalo, por haberme sabido contar tan bien su historia y una parte de la nuestra, por haber acabado el proyecto y decirle que, aunque sólo éramos 7 en la sala de proyección, ha conseguido rodar una gran película.


Nos presentamos, es muy sencillo: somos un matrimonio al que le gusta mucho el cine desde hace mucho tiempo. Eso explica que nos hayamos acostumbrado a ir al cine, y ahí es donde, para nosotros, se realiza el milagro de entrar en una vida ajena, conocerla, emocionarte, entristecerte o enfurecerte, maravillarte de una dirección, sobrecogerte con un personaje, extasiarte con una fotografía, degustar un gran diálogo. Eso es el cine, y el lugar apropiado para verlo es una sala oscura con la pantalla sólo para ti, y esperando que el de al lado tenga el mismo espíritu y no coma palomitas.

Para no olvidarnos de las películas que vemos hacemos la crítica, y ahora la queremos compartir. No hay que disimular, es el ego el que nos empuja, pero con no estar de acuerdo, vale, y, tal vez, a alguno le sirva para algo. Eso esperamos y bienvenidos.