
Empezamos con una película que ya no está en cartelera, pero que es toda una declaración de intenciones del cineasta y nuestra.
Es un documento histórico, generacional y personal. Histórico porque la persona que se analiza tuvo desde joven un papel protagonista en los acontecimientos políticos españoles y participó activamente, y peligrosamente muchas veces, en la evolución política española. Generacional, porque la película retrata no sólo a un individuo, sino a toda una generación que luchó por unos ideales y llevó esta lucha hasta sacrificar su vida, su libertad y su juventud. Desde este punto de vista, la película da toda una lección de despojamiento personal por unos ideales superiores, en los que, tal vez ingenuamente, se confiaba para cambiar el mundo y la vida del hombre en él. Pero el aspecto más cercano, el que provoca más calor y nos acerca más a este señor es el aspecto personal de lo narrado en el documental. Es el hijo, su mujer primera, su segunda mujer y sus amigos, conocidos e incluso enemigos políticos, los que nos descubren el otro lado del político revolucionario profesional. Es sobre todo un canto al amor filial. Tenemos que agradecer a Albert Solé que haya querido homenajear a su padre y enseñárnoslo.
En las pocas escenas en que aparece Jordi Solé Tura la respiración se entrecorta. La enfermedad no se puede ocultar, ni se quiere ocultar, pero la dignidad no se ha perdido, incluso es más relevante ahora que ves la inocencia de una persona que está perdiendo sus puntos de orientación. Es mucho más cercana la emoción que te produce que la película de Sara Polley, fría y artificial.
Una pega y media. No tiene por qué decir Albert que su padre nunca fue comunista. Lo fue y no sirve de nada negarlo. Es una tontería. Y la media es el final, con la hija de Albert ayudando al abuelo Jordi a encontrar una salida en el laberinto. Únicamente lo comprendo, y así lo ve Ana, como que la niña es la representación de la memoria que está perdiendo su abuelo, es la memoria recuperada. Bueno, a mi me parece un poco cruel.
La opinión de Ana:
Emocionante película. Búsqueda de la memoria que se pierde del que fuera un gran intelectual, un brillante jurista y político: Jordi Solé Tura. La realiza su hijo desde la perspectiva próxima, desde el ámbito familiar y nos arrastra a todos consigo, entramos en su terreno y acabamos transcendiendo del hombre particular, privado, al recuerdo de una etapa histórica decisiva para nuestro país.
Consigue un ritmo narrativo agilísimo, su documental es apasionante y se ve en un suspiro; a pesar de la dura realidad del alzheimer que se está llevando a su padre, el hijo sabe mantener el sentido del humor y le dedica un gran homenaje indagando en un pasado que él ya no le puede confirmar.
Hay nostalgia, hay admiración, hay sorpresa, hay sentimientos sin caer nunca en lo cursi ni blandengue. A mí sólo me queda darle las gracias a Albert Solé por este regalo, por haberme sabido contar tan bien su historia y una parte de la nuestra, por haber acabado el proyecto y decirle que, aunque sólo éramos 7 en la sala de proyección, ha conseguido rodar una gran película.