miércoles, 22 de agosto de 2018

Siempre juntos. Dir. Gustavo Pizzi

Esta película brasileña que obtuvo en el último festival de cine de Málaga el premio a la mejor película Iberoamericana es un ejemplo de buenismo, ante la pobreza, alegría. Pero, afortunadamente no sólo es esto, hay una voluntad estética que ves en esas tomas desenfocadas, en los encuadres difíciles, en las uniones de escenas diferentes con nexos en algún aspecto común. Aquí hay un buen director, o al menos alguien que tiene ideas y una buena montadora para hacer de esas imágenes una historia entretenida. La posible crítica social se queda en un plano muy secundario. No se quiere ahondar en nada. Una pega, que la actriz principal ocupa mucha cámara sin necesidad a veces, por ejemplo en el larguísimo plano final.
Lo que opina Ana:
Una historia familiar brasileña, en la que los profundos lazos sentimentales y la bravura de las mujeres permiten hacer  de la vida un espacio de felicidad, a pesar de todas las amarguras y penurias que están al acecho. Es una historia de sentimientos, de percepciones, en la que hay muchas ópticas y cada espectador puede acercarse a la que le resulte más próxima, a la de esa madre que se enfrenta al abandono  inesperado del hogar de su hijo mayor, a la de ese hijo que ve cómo se le abre un mundo de posibilidades y que está dispuesto a volar, a la de esa tía que saca el coraje necesario para enfrentarse al maltrato, a la de ese padre soñador e ingenuo que vive como si fuera la lechera del cuento…trabada la historia con buenas actuaciones, hay muchos primeros planos psicológicos y con unas imágenes que se difuminan a veces para llevarnos a otro lugar, pasamos de un momento de tensión, con una puerta  que se derrumba a un espacio de libertad, abierto y marino, a través de la magia del cine. Están muy bien introducidas las pequeñas historias que acompañan a la vida de la madre protagonista, la relación a su niñez como mucama casi esclava a través de la visita a la casa de la que fuera su ama o el triunfo de su graduación. Y yo me quedo con la imagen de desamparo del hijo segundo, el más desprotegido, gordo y aferrado a su trombón, el único que no aparenta en ningún momento ser feliz.