Es una película dura por su temática y
por los personajes que la viven, no se trata sólo de enfrentarse a la muerte,
algo de por sí trágico, sino de enfrentarse también a la vida con todos sus
fantasmas. Dos hermanas, diametralmente distintas y un padre seco como un
estropajo, incapaz de mostrar un punto de debilidad, de dulcificar su dolor, se
ven forzados al reencuentro y les cuesta hacerlo. Está ambientada entre Almería
y Barcelona, a la parte andaluza le da al comienzo un deje cercano en el habla
la breve intervención de un joven que hace prácticas de conducir en la
autoescuela, ahí se acaba; los demás personajes, toda la familia protagonista,
hablan con un fuerte acento castellano que te hace pensar por qué se habrá empeñado el director
en ambientarla ahí, quizá para distanciarla aún más, para remarcar su frialdad.
Nathalie Poza ha recibido un premio en el festival de Málaga por su
interpretación, realmente está extraordinaria, compone magistralmente su
personaje de ejecutiva agresiva y cocainómana.
Emilio: cuatro estrellas en Metrópolis y buenas críticas de Javier Ocaña. Premiada en Málaga. Es una película dura porque los personajes o están al final de su vida o llevan una existencia miserable, llena de culpas, de anhelos insatisfechos, de soledad. Lo peor es que todo esto ya de por sí dramático, lo exagera el director, lo aumenta. Todo tiene que tener un añadido de negrura. El guión cae a veces en lo manido: hermana que se va, hermana que se queda, la vida de la ciudad, la del pueblo...A mi me dio una sensación artificiosa.