Todavía dan Ghadi en los cines Yelmo, nosotros la vimos el 2 de agosto en los Renoir, y pese a estar entre las mejores en cuanto a crítica, ya creía que no estaba en la cartelera. Es una película libanesa que tiene la peculiaridad de que uno de los papeles protagonistas lo hace un niño con síndrome Down. Es una fábula, un cuento, y como tal hay que verla. Cuenta que un niño que era para los vecinos de su barrio una especie de maleficio, gracias al amor y al ingenio de sus padres se convierte en lo contrario, en la encarnación de la bendición, los milagros y las esperanzas. Como escribía Alberto Bermejo en Metrópoli (cuatro estrellas), lo peor es la carga moralizante, el ejercicio de buenismo, que escribía Jordi Costa. Película para toda la familia, un poco simplona, pero con el encanto de que anima a creer en las virtudes, aunque escondidas, del ser humano.