sábado, 14 de abril de 2012

Cumbres Borrascosas. Dirª Andrea Arnold


Ir los viernes al cine es un acto de sacrificio, olores desagradables, gente, apretujones, cuchicheos. O a primera hora o a ninguna.
Emily Brontë escribió esta novela en 1847 y al año siguiente se murió, tenía 30 años. Son historias imposibles, dramones casi telúricos, unidos a una naturaleza hostil (aquí es Yorkshire, al norte de Inglaterra), que genera gente agerrida, distante, dura, atribulada por culpas y actos ocultos. Si a este material encima le echas gasolina, pues la sensación puede ser un poco cargante. Es lo que ocurre con esta película de Andrea Arnold (su anterior película Fish Tank, 2009, tenía también cargadas las tintas, aunque en otro ambiente completamente diferente). La gasolina en este caso es convertir al chico protagonista, el adolescente vagabundo y abandonado de la novela en un polizón negro (es fuerte esto) y en fijarse en detalles minuciosos de la vida animal y vegetal que rodea a los personajes según las estaciones, casi como si fuera un cine de arte y ensayo, minimalista (polillas, polvo en suspensión, ramas secas, pétalos, plumas de pájaros); además tiene un descuido forzado en las tomas, sólo hay que ver los reflejos de los rayos del sol en las lentes de la cámara, que no se evitan, sino que se buscan. Los personajes, muchos de ellos no profesionales, tampoco ayudan a elevar el tono de esta adaptación. Total, me acercó más a los que le han dado una estrella que a los de cuatro, pero para eso está la variedad de gustos.
Lo que opina Ana:
Los larguísimos minutos de esta película pesan como una losa, pasas dos horas interminables sintiendo la dureza de los páramos de Yorkshire, pero sin llegar a sentir nada con los personajes, más brutos que el propio paisaje. Lo que debería ser una historia pasional, se convierte en un muermo soporífero con pretensiones, de manera que el objetivo de la cámara se enfoca y desenfoca sin sentido, se detiene con parsiomonia en unos primerísimos planos distorsionados que no aportan nada ni a la estética, ni a la línea evolutiva del guión.
Recomendación: ir a las fuentes, buscar una buena butaca, una buena luz y zambullirse en la lectura de la Brontë.