Carlos Boyero la calificaba de extraña y atractiva. Puede que tenga razón. A mi me parece interesante. Vamos a pasar por alto la coincidencia inicial del encuentro de una familia argentina con el protagonista en una ruta solitaria, la ruta del desierto, que los llevará al pie de los Andes, a Bariloche. Ese encuentro marca toda la película, porque pone en relación a Mengele con su objeto de estudio y ensayos, toda la familia, especialmente una niña de 12 años que tiene el cuerpo de una de 8.
Está bien contada y muestra, lo que más me llamó la atención, la red de apoyos y su implantación en una fecha tan tardía como 1960 de antiguos nazis, que todavía, 15 años después, son admirados y venerados por los círculos alemanes y allegados en América Latina y, por supuesto, con la complicidad de los gobiernos.
En el personaje de la niña, que está bien interpretada, recaen demasiadas responsabilidades. Es una niña despierta y lista, pero convertirla en testigo, intencionado o no, de lo que ocurre en la película es un poco exagerado. Ella está en todos los lugares donde sucede algo importante. Tampoco favorece a la película que se convierta en la narradora ocasional desde un futuro impreciso. No me gustó asimismo el preciosismo compositivo en algunos encuadres, ni de la naturaleza ni de las escenas con personajes. La historia no los necesita. Aun así, son asuntos que no distraen de lo principal: los nazis y su refugio precioso en América Latina. Solo tienen que temer al Mossad. Alex Brandemülh hace un buen papel como Mengele.
Lo que opina Ana:
Lo que opina Ana:
Película
narrada a través de los recuerdos de la
niña protagonista, de manera que se queda más en el plano de los sentimientos
personales que en el del análisis objetivo de los hechos. Lucía Puenzo compone
una historia que va volviéndose más inquietante a medida que vamos
comprendiendo la dimensión maligna de ese médico alemán tan educado y suave y
cuando salimos de la historia de ficción para comprender el papel que jugaron
algunos países latinoamericanos como refugio de nazis. Es escalofriante ver
esas comunidades arias de expatriados poderosos, que siguen inculcando sus
principios en sus colegios , que siguen
demostrándose su solidaridad , que se tapan y se protegen, de manera que el
propio Joseph Mengele consiguió desvanecerse y escapar del único peligro real,
el rapto por parte del servicio de espionaje israelí, que a punto estuvo de
atraparlo, pero que se le esfumó de las manos.