Se la ha comparado con el Festín de Babette, y sólo lo es en el goce de ver cocinar con maestría y en el placer de oler casi esas maravillosas cosas que salen de la cocina, pero la historia es mucho más redonda, íntima, peculiar y entrañable en el Festín. Aquí hay varias cosas que te desvían de la historia principal, la
estancia de la cocinera en la Antártida, la presencia de dos reporteros australianos buscando desentrañar el secreto de esta mujer, ambas son un poco forzadas, impostadas, sobre todo la de los reporteros. La estancia con los hombres de la base de la Antártida, a los que ha terminado por subyugar, tal vez necesitara de un desarrollo mayor, una presencia más fuerte. También es irregular la descripción de sus dos años en el Elíseo, con los burócratas, tópica la lucha de egos entre los dos jefes de cocina, no por ello no verdadera, y la presencia de Mitterrand requiere un papel mas contundente, no un figurín de cartón piedra.
De todas formas, la película se ve bien, pero no alcanza a Babette, aunque yo me apuntaría todos los días a ser catador de las comidas de esta mujer valiente y emprendedora.
Lo que opina Ana:
Nueva película de tema culinario, poco apta para ir al cine con el estómago vacío. Te entran ganas de hacerte amiga de la protagonista, de poder entrar en su círculo para aprender junto a ella tanta maravilla como sabe.
Está bien interpretada, no por el presidente, representado por Jean d'Ormesson, periodista y escritor que debuta a sus 87 años en el mundo de la interpretación; afortunadamente sale poco, porque frente a la frescura y dominio de Catherine Frot, él resulta acartonado, es como un fantasma en el Elíseo, nada que ver con el carisma de Mitterand, quien fue el auténtico presidente de la cocinera, Danièle Delpeuch, en cuya experiencia personal se inspira la película.
El guión tropieza a veces, la parte de la Antártida queda poco dibujada y sus personajes, especialmente los reporteros australianos, son un poco burdos.
Disfruté de lo lindo con los menús, metida en la cocina con la cocinera y su joven repostero asistente hacia el que yo sentía una envidia feroz por el privilegio que tenía de compartir los fogones con esta mujer tan sabia.
Lo que opina Ana:
Nueva película de tema culinario, poco apta para ir al cine con el estómago vacío. Te entran ganas de hacerte amiga de la protagonista, de poder entrar en su círculo para aprender junto a ella tanta maravilla como sabe.
Está bien interpretada, no por el presidente, representado por Jean d'Ormesson, periodista y escritor que debuta a sus 87 años en el mundo de la interpretación; afortunadamente sale poco, porque frente a la frescura y dominio de Catherine Frot, él resulta acartonado, es como un fantasma en el Elíseo, nada que ver con el carisma de Mitterand, quien fue el auténtico presidente de la cocinera, Danièle Delpeuch, en cuya experiencia personal se inspira la película.
El guión tropieza a veces, la parte de la Antártida queda poco dibujada y sus personajes, especialmente los reporteros australianos, son un poco burdos.
Disfruté de lo lindo con los menús, metida en la cocina con la cocinera y su joven repostero asistente hacia el que yo sentía una envidia feroz por el privilegio que tenía de compartir los fogones con esta mujer tan sabia.