Demasiado cadenciosa, marcada por una
música que subraya en exceso. Lo más interesante es la historia, la trama
emocional que nos habla de un trío
imposible. Despierta el apetito a los que somos golosos y nos adentra en una
Jerusalén kosher, donde no parecen habitar más que judíos.
Emilio: tal vez las cuatro estrellas de Metrópolis sean un poco exageradas, pero se ve bien. Plantea una historia de amor doble, formando un triángulo involuntario, y ambientada en dos ciudades, Berlín y Jerusalén, aunque la mayor parte se desarrolla en interiores, cafés y casas. No se menciona para nada el problema palestino, es el Jerusalén sólo de judíos. La única diatriba es si son menos o más religiosos, si la comida es kosher o no. El embrujo amoroso surge y crece a través de la repostería, los olores y sabores conducen a los placeres (y desengaños) del amor.