Película rara, de las que se denominan de autor, pero a mi si las entiendo y no son un galimatías intelectual, me entretienen, y esta me entretuvo. La historia central es la relación entre el director del Museo del Louvre con el responsable alemán encargado de los bienes artísticos en Europa durante la ocupación nazi. En torno a esto hay muchas otras cosas. Sokurov hace un canto a la cultura, a los museos y a Francia. Si lo hubiera hecho un francés nos parecería, y con razón, chovinista total, pero el director es ruso. Las imágenes de época siempre son interesantes. Hay una auténtica labor de archivo, y no sólo de Francia, las de Leningrado durante su asedio son tremendas. El que en esta película se cruce un carguero que lleva obras de arte y que está a punto de hundirse a causa de un temporal y que suceda en el momento actual, es una extravagancia; otra que aparezca una Marianne junto a Napoleón Bonaparte vagando por las salas del Museo, pero no influyen en lo principal, lo complementan.
Lo que opina Ana:
Lo que opina Ana:
Interesante acercamiento a dos figuras
clave para la salvaguarda de los tesoros artísticos del Louvre en el París ocupado por los nazis. La del que era
entonces su director, Jacques Jaujard y la del oficial alemán encargado de
velar por su salvaguarda, el conde Metternich. Se trata de un documental imaginado, elaborado a través de una ardua
labor de investigación, se organiza una visión filosófica sobre el arte, la
cultura, Europa y el Louvre como aglutinador de conceptos y sentimientos. Todo
desde un punto de vista subjetivo e intelectual, con muchas reflexiones
interesantes y jugando al antojo de su director con los personajes, los tiempos
y las ideas. Desfilarán por el Louvre la Marianne encarnada, con su gorro
frigio, Napoleón que se recreará ante el cuadro de su coronación, vemos
así a algunos de los espíritus del Museo
desfilando por sus galerías; mientras los nazis entran respetuosamente a
visitarlo, como si estuvieran en un templo consagrado. Aprendemos cómo se
transportaron las obras más señeras para ser protegidas en palacios de la
campiña francesa, capaces de albergar cuadros de enormes dimensiones y
protegerlos de las posibles bombas. Y a mí, especialmente me inquieta ese barco
amenazado por unas olas bramantes en alto mar, cargado con piezas de arte que
acabarían siendo engullidas por el océano, es una reflexión sobre las muchas
pérdidas de obras artísticas sufridas a lo largo de la Historia al ser
transportadas fruto de la rapiña insaciable de la vieja Europa.