Todos los premios que le dieron en los goya franceses (los César) son merecidos: actriz, sonido, vestuario y diseño de producción.
Está muy bien ambientada, sin ahorrar gastos, reflejando bien la bohemia de la Belle Époque parisina y el lujo de los ricos, pese a que estaba recién acabada la Primera Guerra.
El que se base en una historia real (la de la estadounidense Florence Foster Jenkins) es un dato más; lo importante es cómo se cuenta, acompañados de una música envolvente y maravillosa, esa locura permitida y al final dramática de Marguerite Dumont. Se ve con gusto y agrado y muestra otra faceta más del cine francés, el cine de época, y bien hecho.