domingo, 21 de abril de 2013

Tierra prometida. Dir. Gus Van Sant

Película bien intencionada pero simplona. Un encargo que recibió Gus Van Sant de Matt Damon, y lo hace con oficio y ya está.
El debate ecológico sobre el método de fracturación para detectar bolsas de gas en el subsuelo está en el centro de la historia, pero está planteado muy esquematizado, y con aditamentos de manual: la conciencia ecológica enfrentada a la pobreza, los manejos de las grandes compañías y el toque romántico, chico conoce chica o viceversa.
Es un canto a la pureza de la vida rural, sana y simple, ligada a la tierra y al esfuerzo, pero muy plana en la forma de contarlo. Tendrá éxito porque cuenta con una campaña de propaganda potente. Está bien si sirve para concienciar. Tal vez fuera útil en los Institutos.
Lo que opina Ana;
Una película cargada de buenas intenciones pero demasiado simplona, aunque al final trate de sorprendernos recurriendo a un golpe de efecto. La que la sostiene es la excelente actuación de Frances McDormand que llena la pantalla cada vez que aparece y se come todo lo que la rodea, sólo por verla actuar vale la pena haberla rodado; lo demás es justito, cumple con su denuncia ecologista, pero sabe demasiado a almíbar.

On the road. Dir. Walter Salles

Nos invitaron los cines Renoir y se agradece.
Se me hizo larga, no sé si porque la historia no me interesó mucho o porque los personajes no crean proximidad, empatía, o por las dos cosas. Enseguida se plantea otra cuestión. Como casi todos hemos leído la novela de Kerouac, tal vez si volviéramos a leerla, con otra edad y otros juicios literarios, pensaríamos lo que Truman Capote, que no era literatura, que era mecanografía.
Es un deambular de un lado a otro, sin razón ni brújula marcada, con unos individuos que no emiten calor vital. El personaje principal, Neal Cassidy en la novela, está movido parece que solo por la pulsión sexual, pero tampoco la película es tórrida. Otro director, otra forma de tratarlo, podría ser...
Lo que opina Ana:
Pesada, actores poco convincentes. Salí del cine sin ganas de leer la mítica novela en la que se basa; viendo la película te parecía completamente desfasada y sin fuerza, no sé si será así en la realidad, pero es lo que yo sentí.

domingo, 14 de abril de 2013

Bárbara. Dir. Christian Petzold

Hay que reconocer que a pesar de que la historia transcurre a principios de los 80, la ambientación te hace sentir que sucede mucho antes, pero no, estamos en la RDA y los coches, las casas, el hospital y las carreteras muestran el atraso, lo anticuado de las formas de vida. Esta película ganó el Oso de Plata en el festival de Berlín 2012 al mejor director, el mismo año que "César debe morir" se llevó el Oso de Oro a la mejor película, y fue seleccionada para representar a Alemania en los Oscar.
Las comparaciones con "La vida de los otros" se han hecho de forma inevitable, pero no se puede comparar. "La vida" llega hasta las últimas consecuencias en la plasmación de una realidad nauseabunda, y aquí no se llega, porque quiere acabarla bien, y no se puede entender el comportamiento de la protagonista, con lo que sufre, con lo que odia y las humillaciones que suponen los registros íntimos cada poco tiempo. No, el final está pensado para dar una bocanada de esperanza, pero la narración pedía, para ser coherente, otra salida. Tal vez los alemanes la eligieran para los Oscar para quitarse un poco el peso de la culpa. Nina Hoss en el papel de Bárbara está irresistible.
Lo que opina Ana:
Esta película relata una historia de amor con el trasfondo gris y sórdido de un estado policial, el de la RDA de los años 80. Lo hace utilizando un ritmo lento, conduciéndonos a través de la mirada dura de la protagonista, Barbara, una doctora represaliada a la que han confinado en un hospital rural, alejándola de su brillante carrera berlinesa. Esto es lo mejor de la película, la descripción del miedo, el hacerte sentir cómo se vivía, con la continua sensación de tener ojos acechando a tus espaldas, allí donde no se pueden ver, pero sí percibir. El resto de la película resulta forzada.

jueves, 11 de abril de 2013

La cocinera del presidente. Dir. Laurent Dailland

Se la ha comparado con el Festín de Babette, y sólo lo es en el goce de ver cocinar con maestría y en el placer de oler casi esas maravillosas cosas que salen de la cocina, pero la historia es mucho más redonda, íntima, peculiar y entrañable en el Festín. Aquí hay varias cosas que te desvían de la historia principal, la
estancia de la cocinera en la Antártida, la presencia de dos reporteros australianos buscando desentrañar el secreto de esta mujer, ambas son un poco forzadas, impostadas, sobre todo la de los reporteros. La estancia con los hombres de la base de la Antártida, a los que ha terminado por subyugar, tal vez necesitara de un desarrollo mayor, una presencia más fuerte. También es irregular la descripción de sus dos años en el Elíseo, con los burócratas, tópica la lucha de egos entre los dos jefes de cocina, no por ello no verdadera, y la presencia de Mitterrand requiere un papel mas contundente, no un figurín de cartón piedra.
De todas formas, la película se ve bien, pero no alcanza a Babette, aunque yo me apuntaría todos los días a ser catador de las comidas de esta mujer valiente y emprendedora.
Lo que opina Ana:
Nueva película de tema culinario, poco apta para ir al cine con el estómago vacío. Te entran ganas de hacerte amiga de la protagonista, de poder entrar en su círculo para aprender junto a ella tanta maravilla como sabe.
Está bien interpretada, no por  el presidente, representado por Jean d'Ormesson, periodista y escritor que debuta a sus 87 años en el mundo de la interpretación; afortunadamente sale poco, porque frente a la frescura y dominio de Catherine Frot, él resulta acartonado, es como un fantasma en el Elíseo, nada que ver con el carisma de Mitterand, quien fue el auténtico presidente de la cocinera, Danièle Delpeuch, en cuya experiencia personal se inspira la película.
El guión tropieza a veces, la parte de la Antártida queda poco dibujada y sus personajes, especialmente los reporteros australianos, son un poco burdos.
Disfruté de lo lindo con los menús, metida en la cocina con la cocinera y su joven repostero asistente hacia el que yo sentía una envidia feroz por el privilegio que tenía de compartir los fogones con esta mujer tan sabia.