
Todavía esta en la cartelera, lo cual no es poco, tratándose de una película minoritaria (cuando la fui a ver éramos cuatro personas, dos de ellas empleados del cine). La violencia, que abunda generosamente: balaseras, cuerpos troceados, trompicones y mamporros, es una anécdota (un poco pesada a veces); lo interesante es ver desenvolverse en este mundo a senadores, currantes, policías y mafiosos, pendientes de una frontera, unos para pasarla, otros para sacarle provecho económico-gansteril.
Robert Rodríguez es irreverente a tope, en todos los aspectos, pero tiene algo que contar: la inmigración vista por un mexicano. El plantel de mujeres, todas relevantes en la trama, es difícil de superar, espectaculares. En fin, un rato un poco movidito. No está mal.