viernes, 4 de julio de 2008

Náufragos. Vengo de un avión que cayó en las montañas


No conozco la obra del director Gonzalo Arijón, pero parece que ha entrado en muchos asuntos, desde Somalia, personajes como Milosevic o Lula. Ahora bien, ésta parece una obra que va más allá del documental, es algo que refleja un testimonio en el que una parte importante del director está en lo narrado. Se puede entender así la fuerza que tiene, la proximidad a los protagonistas, el calor (¡qué contraste con el frio que viven los personajes!) que quiere insuflar a esta historia.

Testimonios, recreaciones, fotografías, paisajes se van sucediendo armónica y progresivamente. Son 72 días desde que salen de Uruguay hasta que llegan dos de los pasajeros a localizar a unos vaqueros chilenos. La muerte y la supervivencia. La fuerza de la existencia, algo biológico y el momento clave: la comida humana. ¿Cómo explicarlo? Aquí viene bien el mensaje de Cristo: comed y bebed todos de mi porque yo soy...Otros no llegan hasta ese punto religioso, pero ahí está el hecho crucial, que la llucha por no morir te impone.

Sólo echo en falta una reflexión que no se les plantea, porque tal vez no haga falta. ¿Cómo afectó esta vivencia en su vida futura a los 14 supervivientes de los 49 pasajeros iniciales? ¿Qué aspectos de su vida se han visto marcados para siempre? ¿Qué reflexión sobre el vivir se les ha impuesto de forma imperecedera?

En cualquier caso, una vuelta a unos acontecimientos que te producen escalofrios.
Lo que opina Ana:
35 años después del trágico accidente de un avión uruguayo cargado con jóvenes deportistas que se dirigían a Chile, el realizador uruguayo Gonzalo Arijón, es capaz de recrear aquella odisea y lo hace desde la amistad con los supervivientes, consiguiendo transmitir sentimientos. Va narrando lo ocurrido, no lo quiere abarcar como un documental que reconstruya todo lo ocurrido, sino desde la cercanía, desde uno de los aspectos de ese drama-aventura, el de la "comunión" que desde entonces se produjo entre las víctimas y los supervivientes, todos ellos unidos para siempre por esa experiencia que los ha hecho diferentes a la mayoría y que les ha obligado a llevar ese trágico rincón de los Andes como señal de su identidad, nada sería igual en sus vidas después de esos 72 días entre los riscos y la nieve sometidos a la más dura presencia de la Naturaleza, de la que unos pocos conseguirían escapar.