
Lo que opina Ana:
Una bellísima película de Campanella que nos presenta una historia de amor como leitmotiv de muchas otras intrigas, mezclándose con el género negro.
Es un guión adaptado de una novela de Eduardo Sacheri, quien junto al propio Campanella, firma este impecable guión. Todo está bien medido, la historia va y viene en el tiempo sin perderse, consiguiendo un relato claro y emocionante. De trasfondo una Argentina que deriva hacia el Terror, no se ahonda en ello, es el decorado real en el que se mueven los personajes.
La interpretación es inmejorable, el papel de Guillermo Francella dando vida a "Sandoval" arranca aplausos, Soledad Villamil lo dice todo con sus ojos y Ricardo Darín vuelve a lucirse una vez más.
La única pega que le encuentro es haberse excedido en el metraje, la última media hora debería haber sido más sintética, parece que el ritmo impecable mantenido hasta entonces comienza a peligrar y empiezas a dudar un poco de si sabrá rematar la acción tan bien como lo venía haciendo hasta entonces.
EMILIO. Escribía furioso Carlos Boyero contra el jurado del Festival de San Sebastián, que había escamoteado cualquier galardón a esta película. En esta ocasión coincido con el crítico. Seguramente no le hace falta el premio desde el punto de vista comercial, porque sólo con lo que está recaudando en Argentina (¿ochenta y un cines en Buenos Aires?), tiene bien pagada la producción. Pero no todo es dinero, y un reconocimiento seguramente le hacia bien, más al Festival que a la película.
La historia es de las que salen de un accidente fortuito, en apariencia sin relevancia, pero va adquiriendo fuerza y profundidad. Además, lo bueno es que está perfectamente engarzada con otros sucesos, y de fondo una gran historia de amor, que de respetuosa casi se queman sus protagonistas (bien Darín; bien, bien Soledad Villamil). Quizá sea un poco desmesurada la parte que tiene que ver con el malo, su localización, búsqueda, detención, resurrección y castigo, pero permite mostrar como de pasada los excesos del poder.
En fin, Campanella, el director, no ha actuado de argentino típico, que te mata con el verbo, sino que ha combinado muy bien todos los recursos cinematográficos.